Día de San Ignacio de Loyola, oportunidad para la reflexión

“Este año debería brindarnos ante todo la oportunidad de vivir una gran experiencia, una oportunidad para que todos y cada uno experimentemos cada día una nueva conversión, que nos renueve y transforme”  Arturo Sosa Abascal, S.J.

 

Este 31 de julio conmemoramos la vida y la obra de Ignacio de Loyola quien, con su apuesta y visión inspirada por la revelación de Dios, vio oportunidades donde no parecía haberlas y construyó opciones para transformar la realidad, sobre todo donde prevalece la injusticia.

Ignacio cuenta en su autobiografía que “Hasta los veintiséis años de su edad fue hombre dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con un grande y vano deseo de ganar honra”. Sin embargo, durante el combate por defender inútilmente una posición del asedio francés, una bomba quebró toda su pierna y le dejó en trance de muerte.

Aquel suceso marcó el comienzo de un proceso difícil de transformación en su vida y proyecto, una de las aventuras de cambio personal que, como pocas, innovaron la espiritualidad y el modo de incidir en la historia del mundo para intentar mejorarlo.

Por la importancia fundadora de aquel suceso, la Compañía de Jesús y toda la familia ignaciana, de la cual forma parte el SUJ, inició este 20 de mayo la celebración de un Año Ignaciano, al cumplirse ese día el aniversario número 500 de la famosa herida de cañón sufrida por Ignacio mientras defendía Pamplona, un aparente fracaso para él y para la forma en que imaginaba su futuro.

A pesar de ese gran fracaso, que truncó de manera casi mortal sus aspiraciones más egoístas y vanas, Ignacio comenzó un proceso interior que lo condujo a imaginar otro tipo de sueños más grandes, ya no centrados en sí mismo, sino en Dios y su presencia liberadora en la historia de la humanidad.

Inspirado en esa experiencia, el lema de este Año Ignaciano es ver todas las cosas nuevas en Cristo, y su reflexión central es precisamente el de la conversión personal, pero que se manifiesta también como transformación de la realidad social: la expectativa de una sociedad nueva como morada para ese hombre y mujer también diferentes.

El gran legado de Ignacio, además de formar la Compañía de Jesús, continua siendo el libro de los Ejercicios Espirituales y la espiritualidad emanada de sus páginas, las cuales han funciona como una espiritualidad para la comunidad universitaria e inspira el modelo educativo del Sistema Universitario Jesuita.

Por eso el modelo de formación del SUJ llevan a su alumnado a aprender, a contemplar, pensar y sentir para fomentar con la imaginación la profundidad de pensamiento y la creatividad necesarios para estar a la altura de los problemas a resolver, cuyo grado de dificultad exige una formación integral en todas las disciplinas y saberes.

No tenemos certeza de si una espiritualidad como la ignaciana puede todavía prestarnos su auxilio frente a las potentes y refinadas quimeras con que ahora busca seducirnos el engaño, tanto en lo personal como en todos los ámbitos de lo social. Sin embargo, en esa espiritualidad heredada por Ignacio hace 500 años existe una luz que puede orientarnos para discernir qué hacer en medio del desasosiego.

Un contexto parecido al de Ignacio

El contexto personal e histórico que vivimos por la pandemia COVID-19, una bomba sanitaria que quebró las extremidades del andar del mundo como lo conocíamos, se presenta como una experiencia próxima a la vivida por Ignacio en su tiempo.

Ello porque la pandemia ha revelado el fracaso de una sociedad concentrada sólo en sí misma, y en la búsqueda frenética de riqueza, fama y poder como horizontes de vida y éxito personal, que condena a la injusticia, la pobreza y la desigualdad a una mayoría considerable de la humanidad, al mismo tiempo que por la ambición económica envenena y destruye la Casa Común del medio ambiente.

No obstante, al igual que ocurrió a Ignacio, esta larga convalecencia en que nos hallamos, con proyectos personales fracasados o en la incertidumbre, nos ofrece la oportunidad para reinventarnos según esa clave ignaciana de la conversión.

El General de los jesuitas, padre Arturo Sosa Abascal, S.J., señaló que el Año Ignaciano será un momento oportuno para que como familia de carisma jesuita podamos “redescubrir nuestras raíces comunes y así renovarnos personalmente y renovar nuestra visión del mundo”.

Si bien en esta fecha se conmemora el día de San Ignacio de Loyola, el motivo de este año especial es celebrar el quinto centenario de su conversión. Para el SUJ, confiado a la Compañía de Jesús, es importante sumarse con inspiración y alegría de este ciclo de conmemoraciones IGNATIUS 500, con lo que enfatizamos y renovamos nuestra misión de llegar justo donde otros no llegan para transformar al mundo.

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