- En la presentación del número LI-2 de la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos (RLEE), investigadores reflexionaron en torno a la vivencia cotidiana de la violencia y el impacto que provoca en las niñas, niños y adolescentes.
- “Sobre los hombros de niños y niñas se están poniendo los desafíos de las violencias, simbólicas, materiales, económicas, laborales, de género y de la diversidad sexual”, Ernesto Treviño, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Expertos de distintas universidades compartieron sus preocupaciones y reflexiones en torno a la vivencia cotidiana de la violencia y el impacto que provoca en las niñas, niños y adolescentes; esto en el diálogo ¿Qué sentido tiene hablar de violencia en educación?, organizado por la universidad jesuita de la Ciudad de México llevado acabo para presentar el número LI-2 de la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos (RLEE).
El Dr. Juan Carlos Silas Casillas, coordinador del Campo Estratégico de Acción en Modelos y Políticas Educativas del Sistema Universitario Jesuita (CEA-MOPE), considera que es importante hablar al respecto “porque la vida cotidiana se ha enfrascado en este fenómeno de la violencia”.
Por su parte, la Dra. Luz María Moreno Medrano, directora del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (INIDE) de la IBERO CDMX, consideró importante identificar cómo se nombra a las distintas opresiones, para distinguir cuándo se trata de violencia ocasionada por el narcotráfico, por la situación migratoria, por el racismo, cuándo es despojo y cuándo es violencia de género.
Agustín Solano, estudiante de doctorado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Mtra. Flor Trujillo Reyes, profesora de la Universidad Pedagógica Nacional-Ajusco, analizaron lo que ocurre en espacios escolares en zonas rurales de Guerrero. Con los testimonios de profesores constataron que la escolarización en contextos de guerra contra el narcotráfico modifica las experiencias educativas: “La escuela y la comunidad forman parte de una violencia sistemática que se reproduce constantemente y que va disminuyendo la voz y la autoridad pedagógica de los docentes al realizar su labor educativa. Al mismo tiempo, es importante mostrar cómo los docentes asumen su trabajo de enseñar y no renuncian a seguir haciendo escuela”.
Esteban Morales, estudiante de doctorado de la Universidad de British Columbia, resaltó que lo que ocurre en las comunidades también acontece en las aulas, por lo que hablar de violencia en los salones es una estrategia para procesar colectivamente lo que está pasando, para entender mejor, para generar soluciones entre todos y prepararse para un mejor futuro: “Eso, en Colombia, significa hablar de por qué la comunidad ha sido tan golpeada por la violencia armada e intentar hacer algo al respecto. Preparar a los estudiantes para esto es en sí un valor de la educación para la paz”.
Morales añadió que educar sobre paz y violencia se ha vuelto indispensable, pues la educación es una herramienta esencial para transformar y construir culturas, estructuras y prácticas de paz que lleven a las sociedades a ser mejores. En ese sentido, insiste el estudiante de doctorado, se deben entender las posibilidades que brinda la educación sobre la paz y la violencia de tres formas: como un proceso de construir paz; como una manera de ver el mundo; y como una pedagogía, una forma de relacionarse en el aula.
Por su parte, la Dra. Cimenna Chao Rebolledo, coordinadora de la Especialidad en Educación Socioemocional de la universidad del SUJ en CDMX, mencionó que: “La escuela es un lugar de encuentros y desencuentros, un lugar para aprender a tomar acuerdos, aprender a convivir y a lidiar con las diversidades que nos distinguen y que nos conforman como comunidad escolar e incluso como sociedad. La escuela es el espacio para educar nuestras reacciones y emociones, de manera que se puedan transformar en respuestas reflexivas, reguladas y asertivas. Hablar de violencia en el contexto escolar es necesario porque allí también pueden surgir desencuentros posiblemente incitados por la violencia heredada del contexto sociocultural, o bien, puede que la violencia surja como un impulso al no poder regular las situaciones que despiertan emociones conflictivas intensas, como ira, enojo, cólera, miedo, angustia o desprecio“.
Finalmente, los expertos educativos que presentaron el número LI-2 de la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos coincidieron que “Educar para la paz y en las violencias tiene sentido por su potencial de transformar comunidades, hacia dentro del aula y hacia fuera en las comunidades, pero sólo será efectivo si nos preocupamos por escuchar la realidad de nuestros estudiantes, y no cuando buscamos imponer nuestra paz estática. La escuela debe asegurar, dentro de su labor educativa, el bienestar integral de su comunidad, enseñando a orientar las emociones de manera productiva, a negociar de manera equitativa, justa y proactiva los conflictos, y llevando el diálogo y el juego…a los espacios de convivencia, como herramienta para la construcción de paz y bienestar”.
Como universidades jesuitas situadas, en el SUJ no podemos ni debemos soslayar las diversas violencias, así como del dolor y la precariedad que generan en toda la población. Nos hacemos cargo de la necesidad de conocerla y entenderla para desarrollar, junto con las víctimas, mecanismos de resistencia, resiliencia y transformación que favorezcan vidas plenas, vidas en paz.
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