El SUJ se une a la vigilia de oración. Un espíritu, un mundo, una vigilia.

“Hacen falta profetas dentro de la Iglesia, pero a la sociedad hay que ofrecerle sabiduría, dándole mensajes que tengan sentido, que abran caminos, que ayuden a los jóvenes a ver que hay todo un camino de sabiduría que hay que seguir.” Adolfo Nicolás, S.J.

 

Ante la crisis que vive todo el mundo por el COVID-19, el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) se une a la vigilia de oración, iniciativa de la Secretaría del Servicio de Fe de la Compañía de Jesús, acompañados por un grupo internacional del personal que colabora en sus obras.

La Familia Ignaciana mundial se congregará durante media hora para fortalecer la convicción de ser instrumentos de fe, justicia y reconciliación en nuestras sociedades, sacudidas por el embate del desconcierto, la desinformación, y el miedo que COVID-19 ha hecho cundir por todos los rincones del planeta.

La vigilia de oración tendrá lugar el sábado 30 de mayo en tres momentos separados de acuerdo a las zonas horarias. Para América Latina la hora está fijada a las 20:00 p.m., hora de América y Nueva York. La intención es reunir a la comunidad jesuita e ignaciana en todo el mundo en más de 100 países para renovar la esperanza y la fe en estos tiempos difíciles que vivimos.

Para participar no es necesario ser creyente o cristiano, católico o de cualquier otra religión, docente, administrativo o de servicios. Lo anterior porque en la comunidad ignaciana, como es singular de esta espiritualidad, una de las más universales, caben todas las expresiones de lo humano en su compleja y enriquecedora diversidad.

Mucho de nuestro centro vital, de aquello que nos daba algo de sentido, se trastocó severamente con el galopar de esta enfermedad entre nosotros.

En circunstancias así es saludable reunirnos unos instantes alrededor del silencio de la oración para meditar los sucesos históricos ocurridos en estos meses de COVID-19, y cuestionarnos con la sinceridad propia de la interioridad: qué hemos hecho, qué hacemos, y qué haremos para estar a la altura de los desafíos que entrañará el paulatino regresar a una normalidad nueva, configurada toda ella por la presencia de esta nueva enfermedad, ella misma una interpelación a nuestros modos de vida, de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza, donde la solidaridad aparece otra vez como horizonte para reorientar nuestro caminar.

Pentecostés, una de las fechas importantes del calendario cristiano, significa la venida de un espíritu renovador que invita a abrir las puertas de nuestros encierros, de nuestros miedos y egoísmos para salir y anunciar el comienzo de un tiempo nuevo, y como sucedió a los discípulos temerosos aprender la gramática de un nuevo lenguaje más humano, responsable y comprometido con esparcir la justicia entre quienes de muchas maneras son privados de ella en sus vidas.

Que en la normalidad nueva que se asoma pueda decirse de nuestro Sistema Universitario Jesuita en México lo mismo que según los Hechos se dijo del primer grupo de cristianos: “compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según las necesidades de cada uno, partían el pan y compartían la comida con alegría y con gran sencillez de corazón”.

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Texto por Carlos Mario Castro.

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