- Karla Sofía Jiménez, egresada del SUJ, apuesta en un proyecto que lleva a una forma de alimentación para contrarrestar la desconexión entre nuestro cuerpo y la percepción de lo que comemos.
La educación en las universidades del SUJ basa su proyecto educativo en la Psicología Ignaciana que enseña al estudiante a ser, pensar y aprender. La misión del SUJ es educar y acompañar a su alumnado no solo para el mundo laboral, sino también en valores, como el compromiso con la sociedad, a través de perspectivas ignacianas, formar personas con pensamiento crítico y responsables con su entorno.
Karla Sofía Jiménez, egresada del SUJ en la carrera de Nutrición y Ciencias de los Alimentos impartida en el ITESO, en su búsqueda por ser más para los demás, apasionada por su profesión y el deseo de conectarse con sus pacientes, comenzó con el proyecto de comunicación No me gusta la lechuga, una cuenta de Instagram (@nomegustalalechuga) en la que comparte al mundo qué es la alimentación basada en plantas.
“No es lechuga con limón; no es desnutrición, anemia y perdición; es algo que puede ser súper integral, viable para tu vida diaria, barato y sencillo”.
Pero al abrir esta cuenta, y vincularse con más colegas de otros países, encontró un enfoque nuevo: el de la alimentación intuitiva, la alimentación perceptiva; de neutralidad corporal, más que positividad corporal.
Este estilo de alimentación, explica Karla, plantea que cada persona tiene la posibilidad de regular su propio apetito. El cuerpo te manda señales de lo que está bien, lo que necesitan, y va en contra de la concepción de que el nutriólogo sabe exactamente y todo el tiempo lo que tu cuerpo necesita. Y se asemeja con el body positive, pero no es exactamente igual.
“El movimiento body positive te dice, ‘¡no! Ámate tal cual eres, no importa, ama tus defectos’. Y hay personas que tenemos, o que tienen, una historia tan complicada con la relación con su cuerpo, que les cuesta y piensan, ‘a ver, las otras personas pueden amarse y me están pidiendo que yo me ame; pero no puedo’. Y entonces, en lugar de convertirse en motivación, puede convertirse en algo tóxico.
El movimiento de body positive es muy bueno, pero no para todo mundo, explica. “Hay gente que dice, ‘no puedo, llevo 15 años de mi vida odiando mis piernas, no me pidas que de un día para otro las ame’. Y hay que darle este giro en el que aceptemos que las personas tienen una historia complicada con la percepción de algunas partes de su cuerpo que no les gustan.
“Podemos llegar a un punto de neutralidad, en el que te permitas estar, aceptar tu cuerpo. Por la función que tiene, por fletársela todos los días: por correr, por bailar, por subir, por bajar. Y permitirte estar. No decirte, ‘wow, me amo’, pero dejar de hacerte daño, recriminarte cada vez que te ves en el espejo… llegar a este punto en el que esta tolerancia a tu cuerpo, poco a poco, se convierta en amor. Solo sin forzarlo, para que no se vuelva contraproducente”.
Ella le apuesta a esta forma de alimentación para contrarrestar la desconexión entre nuestro cuerpo y la percepción de lo que comemos.
“Esto pasa por las prisas del estilo de vida, las dietas restrictivas, el miedo a subir de peso, y lo que hace es un acompañamiento sin poner dietas restrictivas: te va guiando para que puedas reconectar con las señales que te indica tu cuerpo, para que puedas saber cómo se ve un plato balanceado, qué alimentos debes preferir; pero el cuánto, cómo y cuándo, lo decides tú”.
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