Este artículo, escrito por Rodrigo Espinoza, S.J., y compartido por la Red de Solidaridad y Apostolado Indígena (RSAI) de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL), nos muestra la misión que han ido desarrollando los jesuitas con la población Tarahumara de México.
Rodrigo, jesuita egresado de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales del ITESO, universidad perteneciente al SUJ, relata el apoyo que se le ha brindado a los rarámuri y las enseñanzas que han recibido de esta comunidad indígena. En su artículo, nos comparte que han abierto cuatro centros culturales derivado del proyecto de los Centros Culturales en comunidades rarámuri de la Parroquia de San Miguel de Guaguachique. “Nuestro trabajo como jesuitas ha sido crear el espacio y el Espíritu (o el “Santo Iwigá,” como dicen acá) ha hecho el resto”.
A pesar de la pandemia, una de las adversidades circunstanciales en la que se han visto envueltos, siguen con su labor pues como lo comenta Rodrigo, hay un deterioro educativo enorme que se ha intensificado con el cierre de escuelas. Su objetivo es seguir educando y concientizando sobre las enfermedades de las que, desde años ancestrales, han sido víctima los rarámuri.
” Curiosamente, una de estas claves es seguir danzando a Dios y celebrando el rito tradicional, centro de la liturgia rarámuri, conocido como Yúmari. Opuesto al discurso de las autoridades médicas (del que, por cierto, no tengo ninguna duda), la sabiduría rarámuri sigue proclamando que la supervivencia viene dada no por el aislamiento, sino por la vida comunitaria. ¡Qué gran paradoja!”
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