- El doctor Alexander Zatyrka, S.J., explicó que la inspiración cristiana de la universidad jesuita debe aportar no sólo a la individualización de sus alumnos, sino también “ayudar a los formandos a captar que su identidad es más grande que ellos mismos”
- En esta forma más radical del amor cristiano la persona debe descubrir que su conciencia espiritual o trascendente inicia cuando entiende que el ‘yo’ sin el ‘nosotros’ es imposible.
- Sólo desde esta visión del amor cristiano como ágape se entiende el proyecto del SUJ de educar no a los mejores del mundo, sino a los mejores para el mundo, que ahora adquiere mayor relevancia en el contexto de la emergencia provocada por la COVID-19, y sus emergencias humanas y sociales.
Con palabras de Adolfo Nicolás, S.J., quien fue superior general de los jesuitas, la inspiración cristiana del Sistema Universitario Jesuita estriba en que su objetivo no es educar a los mejores del mundo, sino a los mejores para el mundo.
Sobre el significado de esta inspiración cristiana del SUJ, que no siempre se comprende bien, reflexionó el doctor Alexander Zatyrka, S.J., académico del Departamento de Filosofía y Humanidades del ITESO, durante la tradicional lección pronunciada para inaugurar el nuevo ciclo escolar de otoño.
Las palabras del doctor Zatyrka son oportunas toda vez fueron formuladas en este momento histórico de emergencia humana y de salud por la COVID-19, que exige de nuestras universidades respuestas y prácticas, académicas y humanas, en fiel sintonía con la inspiración cristiana que profesamos.
En este sentido, el académico jesuita comentó que la inspiración cristiana de nuestras instituciones educativas se fundamenta en la visión cristiana de la vida basada en la persona, y en una práctica del amor experimentado como ágape, palabra griega que describe un tipo de amor más completo y trascendente, la forma de amar más radical del cristianismo, en donde el amante sólo tiene en cuenta procurar el bien de la persona amada.
Este amor cristiano, cuya expresión más prístina es Jesús y su entrega martirial en la cruz, al dar su vida por quienes ama, es el que hace posible alcanzar la plenitud de lo humano, pues “la persona debe descubrir su conciencia espiritual o trascendente, que inicia cuando la persona entiende que el ‘yo’ sin el ‘nosotros’ es imposible”.
“(La comunión) nace cuando captamos que alguien nos entrega lo mejor de sí, su vida misma, en total gratuidad. Ser amados por lo que somos y no por lo que hacemos: no es fruto del esfuerzo, sino que es, necesariamente, un regalo”.
Según Alxander Zatyrka, en esto radica el significado del amor como ágape, que implica trascender necesidades y deseos y desarrollar anhelo, en específico “el anhelo de estar en comunión con el amado y que nos ama, sin división y sin confusión. Ser uno con el amado, pero sin perder la identidad de cada uno”.
En la práctica de este tipo de amor consiste la inspiración cristiana del Sistema Universitario Jesuita, y es el horizonte hacia donde apunta todo el ideario educativo de nuestras instituciones. Sólo así se entiende eso de que no buscamos educar a los mejores del mundo, sino a los mejores para el mundo, que es el sello que distingue al proyecto educativo de las universidades jesuitas.
Imagen e información de ITESO