- La emergencia provocada por el Covid-19 ha revelado la falacia del paradigma del laissez-faire, que exalta los mercados globales sin restricciones.
La Conferencia de Provinciales de Jesuitas de América Latina y El Caribe (CPAL) reflexiona sobre las implicaciones de una crisis de la dimensión que hoy vivimos: “el Covid-19 ha obligado a la humanidad a afrontar una crisis global hasta hace poco inimaginable en el mundo contemporáneo de la globalización high-tech. Ha afectado a todos, paralizando las actividades ordinarias y habituales de todas las organizaciones sociales, en todas las naciones y regiones del mundo. Frente a este virus la ciencia y la tecnología no están todavía en condiciones de proporcionarnos una panacea. La humanidad ha sido llamada a una reflexión colectiva y sustancial sobre la actual sociedad del riesgo global, en particular sobre sus dimensiones socioeconómicas, políticas, ecológicas, culturales y espirituales”.
Los integrantes de la CPAL recuerdan que, en la encíclica Fratelli tutti (FT), el papa señala que los procesos de modernización global han impuesto una visión limitada que solo da importancia al crecimiento económico y que, al concentrarse en la competencia entre naciones individuales y entre las naciones en su conjunto, la humanidad ha perdido de vista la más importante de las perspectivas globales, aquella que busca evaluar y resolver los problemas comunes, además de los que cada Estado Nación tiene.
Los provinciales jesuitas latinoamericanos señalan que ante la creciente pandemia se observan cada vez más tensiones y desencuentros entre las normas impuestas por los gobiernos y las libertades individuales. Paradójicamente, en las naciones occidentales hay gente que se manifiesta contra los gobiernos y reivindica el derecho de no usar la mascarilla en los espacios públicos, a pesar de que la ciencia demuestra que llevarla previene el contagio del virus. Mientras tanto, las naciones subdesarrolladas tratan de forma dura e inhumana a los que infringen las normas higiénicas o de cuarentena.
Es en este contexto encendido donde debemos desarrollar nuestra capacidad de reflexión para enfrentar y evaluar las prioridades de la crisis global.
A medida que se prolonga la pandemia, las fuentes ordinarias para nuestro sustento y nuestra vida económica se dañan. Personas “invisibles” como repartidores, conductores, dependientes, camareros y enfermeros, que desempeñan un trabajo de contacto directo y físico, así como quienes administran las tecnologías y los sistemas informáticos, son considerados como trabajadores clave ó trabajadores esenciales por expertos de la salud pública británica. Sin embargo; con frecuencia se enfrentan a condiciones peligrosas para realizar sus labores y reciben salarios precarios.
A ello se suma la falta de certeza sobre si seremos capaces de superar la crisis y si podremos volver a la vida que llevábamos antes de que estallara el Covid-19. Todos estos factores han acelerado en todo el mundo la ya predominante polarización político-económica y, como resultado de ello, se están produciendo disturbios y sublevaciones frecuentes, motivadas por angustias y preocupaciones cada vez más profundas.
En este contexto, algunos políticos conservadores están socavando el bien común mediante estrategias brutales y agresivas. En nombre de la “libertad de la democracia” difunden discursos de odio, apoyados por extremistas y populistas de derecha, para preservar el status quo, así como para proteger y mantener sus privilegios. Por otro lado, algunos políticos progresistas intentan favorecer una reforma estructural para apoyar los derechos de los marginados y excluidos por medio de una repartición más amplia de los bienes públicos.
Ante este escenario, los integrantes de la CPAL recuerdan que en Laudato si’ (LS), el papa Francisco aborda con profundidad los problemas globales actuales y futuros, y propone la dirección que debemos tomar para el bien de nuestra casa común. En este documento, Francisco pone énfasis en la fraternidad y la amistad social y, sobre todo, ofrece algunas reflexiones sobre la sociedad del riesgo global, entre ellas:
- La necesidad imperiosa de una política económica activa que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial para acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos.
- Rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, sino llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos.
La polarización político-económica está empujando a toda la humanidad a confrontar y restablecer las bases de los valores esenciales, impulsándonos a reconocer cuáles de estos, en una crisis, son más importantes que otros. Restablecer el valor de la justicia, de la equidad y del trabajo humano es el horizonte hacia donde deberíamos dirigir nuestra ruta para reconfigurar nuestro destino.
Los provinciales jesuitas precisan que en el llamado de Francisco a la transformación ecológica, el factor esencial es la conversión personal y colectiva a la solidaridad, a la justicia, al trabajo colaborativo, a la lucha contra la pobreza y la desigualdad como una manera de fortalecer al planeta y a la humanidad misma: “lo peor que nos puede pasar es que pasada la crisis sanitaria caigamos aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Al finar de este contexto deberíamos quedar en un ‘nosotros’ en vez de los ‘otros’, enfatizan los jesuitas latinoamericanos.
Para el SUJ, la crisis actual solo refrenda la necesidad de virar nuestras prioridades para establecer como objetivo estratégico el lograr el bien común. La apuesta por el bien común es radical porque propone transformar nuestro modo de entender el mundo, nuestra forma de relacionarnos con cada persona y cada creatura, nuestro sistema económico, así como el entendimiento del destino y sentido de la humanidad.
Transitar esta crisis debería plantearnos la oportunidad de hacerlo para mejorar el mundo a favor de todas las personas y del planeta mismo.