Un talante de los jesuitas que sorprendió a muchos en los inicios de la orden fue la capacidad sin par de esta organización religiosa para adaptarse, en el buen sentido, a cualquier circunstancia, aun a las más adversas.
Estos religiosos innovadores no hacían sino llevar a la práctica aquello que muy bien describió Jerónimo Nadal, S.J., de su fundador Ignacio de Loyola: sabía escrutar y seguir al Espíritu, no se le adelantaba por inclemente que fuera el fervor de hacerlo. De esa manera cuenta Nadal, Ignacio era, casi siempre, conducido con suavidad al nuevo conocimiento; y poco a poco se le abría el camino y lo iba recorriendo, sabiamente ignorante.
Esta audacia de dejarse llevar, de adaptarse a contextos imprevistos que desinstalan de la tranquila comodidad, lo vivió con fuerza todo el sistema de instituciones educativas de la Compañía de Jesús, cuando la COVID-19, de un día para otro, mudó la enseñanza de lo presencial a la modalidad en línea, que implicó el enorme desafío de aprender a estar y acompañar a las comunidades estudiantiles de otra manera, procurando en esa virtualidad de lo digital mantener la presencia del sello distintivo de la educación jesuita.
Estas experiencias de aprendizaje y adaptación son las que muestra la revista aurora, voces jesuitas sobre la pandemia, en su más reciente número, el cual ofrece distintas reflexiones, sin perder la mirada ignaciana, sobre lo que algunas universidades jesuitas del continente hacen para recorrer este nuevo camino abierto por la emergencia sanitaria.