- El Santo Padre ha hecho todo lo que está en sus manos por cambiar el modelo jerárquico: ha criticado los abusos de autoridad, espirituales, económicos y sexuales
Por: Juan Antonio Estrada Díaz, SJ, Profesor invitado
Los jesuitas hacen votos de no buscar nombramientos episcopales. Solo pueden aceptarlos con el permiso del Padre General, sometido al Papa, que es quien los elige. Juan Pablo II nombró obispo a Jorge Mario Bergoglio, SJ.,y un consistorio de cardenales lo eligió papa. Su opción de fondo fue renovar el Vaticano II desde la perspectiva inicial, anteponía a la iglesia pueblo de Dios como marco para la Iglesia jerárquica. Esta ha sido su opción fundamental y permanente, ampliada por una iglesia sinodal. La sinodalidad subraya que todos son protagonistas, que todos caminan juntos y dialogan. La iglesia es una comunidad con variedad de carismas, guiada por el Espíritu Santo.
Esta dinámica afecta también a “la iglesia jerárquica”, expresión de San Ignacio que creó un cuarto voto de obediencia misionera al Papa. Podía enviar a los jesuitas a cualquier lugar del mundo. El Papa Francisco ha cambiado el modelo jerárquico: ha criticado los abusos de autoridad, espirituales, económicos y sexuales. El clericalismo es una desviación de la Iglesia. El primer Papa no europeo de la historia rechazó asumir el modelo sacralizado y de poder del segundo milenio del cristianismo. Europa creó un papado de poder, el Soberano Pontífice. Bergoglio optó por una jerarquía de servicio, renuncia al protocolo triunfalista y desacraliza la figura del papado. Ha sido un hombre normal, con defectos y virtudes, y rechazado títulos que contradicen el mandato de Jesús de no llamar bueno a nadie. La aureola sacral del pasado reciente deja paso a la humanidad y simplicidad del Papa actual. Es un shock para los que mantienen la tradición monárquica sacralizada y deja a una Iglesia polarizada por los tradicionalistas.
Hay una revisión estructural y jurídica de la curia romana, del gobierno central y del Estado Vaticano. Se promueve la colegialidad y las Conferencias Episcopales; el gobierno sinodal de las diócesis y la participación de los sacerdotes y los laicos. El modelo de colaboración de todos exige reformar los órganos de justicia y los económicos, marcados por escándalos financieros. Hay que sanear a la Iglesia, abogar por la trasparencia y potenciar el “sensus fidelium”. La apostolicidad del magisterio jerárquico no puede realizarse al margen del pueblo de Dios y de la creatividad del magisterio teológico. En estos primeros doce años del pontificado del Papa Francisco no ha habido las censuras, destituciones y condenas que han proliferado en el siglo XX con distintos Papas. Muchas veces los teólogos censurados han hecho propuestas que luego se revelaron válidas. El papa Francisco ha buscado diálogo con ellos.
Toda la Iglesia se transforma desde este paradigma. Se reivindica a los laicos, su sentido de la fe y su protagonismo eclesial. Dejan de ser súbditos de los obispos, párrocos y sacerdotes. El bautismo es el sacramento eclesial por excelencia, al que se subordina el ministerio sacerdotal como un servicio, no una potestad. Se replantean problemas irresueltos por el Vaticano II: el celibato obligatorio para los presbíteros del rito latino; la igualdad entre la mujer y el varón en la Iglesia; la promoción de la mujer para cargos de gobierno episcopales (excluye la ordenación sacerdotal, pero planteada para el siglo XXI). El ecumenismo hizo que el Papa reconociera en el centenario de Lutero la parte de culpa del catolicismo, propusiera revisar obstáculos del pasado y ofreciera otro modelo de primado con los patriarcas. También se aboga por una teología universalista de las religiones, profundizando en la teología que aboga porque todas las religiones y sus jerarquías recen en común a Dios por la paz y la justicia en el mundo. La Iglesia actual está en cambio. Este es sin duda uno de los signos del Papado de Francisco.
*El Dr. Juan Antonio Estrada Díaz, SJ, es Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Profesor emérito de la Universidad de Granada España, y Doctor Honoris causa por el SUJ.
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