Procesos Comunitarios Indígenas Interculturales en el SUJ

  • El Mtro. Edilberto Cardoso Vásquez, director del Instituto Superior Intercultural Ayuuk, relató para Carta de AUSJAL 57, el proyecto de incidencia social que se realiza junto al ITESO.

 

 

Las universidades del SUJ, ITESO e ISIA Ayuuk crearon un proyecto de cine colaborativo que, inició como una apuesta a la formación enraizada en un contexto comunitario, para desanudar los aprendizajes y conocimientos construidos.Una producción audiovisual diseñada para hacer palpable las diversas formas de habitar el mundo desde los puntos de partida de cada una de las personas que colaboraron.

 

Fue un proceso creativo donde replicaron lo aprendido con acompañamiento docente, pero con responsabilidad de las y los estudiantes, quienes gestionaron un grupo de personas en el que fueron responsables de todo el proceso, sin la guía de algún docente.

 

Y donde fue importante no perder de vista que esos territorios tienen habitantes quienes la hacen ser viva, y que los procesos de creación no solo dependían de los y las estudiantes o de las docentes, sino de los niños, las niñas, los tíos, abuelos, abuelas que conviven en estos espacios, para hacer brotar narrativas desde el corazón de esos territorios, y no desde los imaginarios que cada uno, o cada una se va construyendo, porque muchas de estas construcciones están atravesadas con cargas simbólicas que socialmente se han construido.

 

Proceso que se vivió

 

Al plantear el proceso de cine colaborativo, planificaron desde ver personificada la institución en las personas que estudian en el ITESO, identificadas como personas de la ciudad, o ser del ISIA, una pequeña escuela inserta en una comunidad rural, sin conexión a internet, ni servicios de la ciudad. Una situación de reto importante por el esquema de trabajo a la que se le apuesta en el cine colaborativo.

 

Pero no fue el único reto, tanto cuando los estudiantes del ITESO estuvieron en el ISIA como cuando los del ISIA fueron al ITESO, les sobrevino el modo de habitar los lugares, el modo como las geografías determinan el modo de vida. El ritmo del tiempo, uno con más calma que otro; las formas en como las personas se relacionan, como el hecho de saludar a los demás sin que sea alguien conocido; las distancias y las maneras en que se recorren; el clima; la alimentación, así como el acceso a la comunicación a la conexión permanente a través de los dispositivos electrónicos.

 

Estos encuentros y desencuentros, les fueron dando pautas de reconocerse como personas y hacer presentar la diversidad que los matizaba como grupos.

 

Sin duda la dificultad fue el elemento permanente en la ecuación, porque implicó romper paradigmas. La puesta en común y acuerdo de los temas a producir, la construcción del formato de las narrativas, así como las implicaciones logísticas que requería cada una de las propuestas que se iban desarrollando.

 

Si bien hubo situaciones difíciles también los hubo de creativas en diversos momentos, tanto en la construcción del guion como en la producción. Dando pauta a un espacio de escucha y conversa para descubrir otros mundos, modos de habitar los territorios en el que la vida se comparte con los demás seres vivos, que no solo somos los humanos los que estamos aquí, y que la madre tierra es parte de nosotros y merece cuidados, porque al cuidarle nos cuidamos a nosotros mismos. Mundos que acogen a las personas y las hacen familias, mundos en el que entretejerse es crecimiento y no un obstáculo. Se encontraron descubriendo otros modos de comprender la vida.

 

El impacto que ha tenido en la comunidad

 

Después de la aventura de la producción también se abrió brecha en los festivales. Un llamado de sororidad que una las voces de diferentes mujeres alrededor del mundo, fue acreedor de un Premio especial de estudios Churubusco.

 

Así también, cortometrajes como Padre Konk, Lengua y vida, La historia del maíz y Aquí es Tsapara también fueron seleccionados para proyectarse en la Semana de Cine de las Culturas Originarias de México, que se llevó a cabo en la Ciudad de Mérida, Yucatán.

 

Fue una experiencia que rompe, que cimbra, que atraviesa los cuerpos de cada persona, las estructuras de las instituciones de otros modos de educación posibles, de hacer posibles otros cines. Una experiencia que genera narrativas poderosas desde el corazón de las comunidades, aprendizajes que se gestan desde el hacer con los demás.

 

Este proyecto nos confirma y reafirma que es posible hacer cine en las comunidades. Este proyecto nos da pauta de cuáles veredas andar, en qué espacios abrir brechas para seguir multiplicando estos esfuerzos de colaboración interinstitucional, pero sin lugar a duda, de cómo hacer palpable, visible y posible narrar con la magia, el encanto y magnificencia de las personas que habitan esos territorios.

 

 

Consulta el texto en la Carta de AUSJAL 57

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