- Estamos viviendo tiempos donde para el SUJ será relevante el acompañamiento psicopedagógico, la formación espiritual y la dimensión humana.
- El rector de IBERO León, IBERO Puebla e ITESO; intercambian ideas y experiencias sobre los rasgos de la educación jesuita y su misión en el presente, durante la inauguración de la XI Cátedra Pablo Latapí Sarre.
En este momento de crisis por el coronavirus es oportuno recordar la anotación de Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales cuando dice que en tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante con los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación…Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar camino para acertar (EE. 318).
Acostumbrada desde sus inicios en el Siglo XVI a navegar en aguas turbulentas donde azota fuerte la tempestad de los problemas, la educación jesuita se caracteriza por interiorizar aquel precepto en el espíritu de sus estudiantes para dotarles de reciedumbre y de convicciones que sepan resistir el embate de las crisis y se mantengan firmes y leales a su humanidad, a la justicia y solidaridad.
Construir el buen vivir dentro de la incertidumbre
Sobre este espíritu ignaciano de reciedumbre y esperanza, ante la desolación que a su paso va dejando la pandemia por el mundo, conversaron los rectores del SUJ, Doctor Alexander Zatyrka Pacheco, S.J., de la IBERO León; el Maestro Mario Patrón de la IBERO Puebla; y el Doctor Luis Arriaga Valenzuela, S.J., Rector del ITESO.
Este intercambio de ideas y experiencias sobre los rasgos de la educación jesuita y su misión en el presente se realizó durante la inauguración de la XI Cátedra Pablo Latapí Sarre, uno de los más reconocidos educadores de inspiración ignaciana, en donde los tres rectores del SUJ abordaron los retos de las universidades jesuitas ante la normalidad nueva incierta y oscilante que se avecina.
El Doctor Zatyrka señaló que la COVID-19 es un parteaguas para buscar alternativas a un modo de vida obsoleto y, en este sentido, el proceso educativo ignaciano no sólo implica dotar de capacidades a los estudiantes para que se incorporen al mercado laboral, sino que el principio y fundamento de la educación jesuita estriba en acompañar a las personas durante su formación para que puedan contribuir a la construcción del buen vivir.
Cuestionó que la educación suscita a sujetos líquidos con miedo a la incertidumbre, para quienes: “las grandes seguridades sobre las cuales se había sustentado la vida se están desmoronando. Ni siquiera el presente da seguridad”. El principal problema de estos sujetos es la interioridad débil y la inhabilidad de entrar en contacto con sus sentimientos más profundos.
De ahí la necesidad urgente de una educación situada en el ser, no en la supervivencia en el mercado. De lo contrario, se seguiría perpetuando una visión del mundo poblado por objetos, donde el ser humano queda atrapado en procesos que restringen las libertades del ser.
En esta dirección, el Maestro Mario Patrón señaló que la normalidad nueva se caracterizará por la impertinencia de lo que dábamos por seguro y la oficialización del extremo riesgo e incertidumbre que enfrentamos como especie: “La pandemia ha cuestionado todas las dimensiones de la vida humana”, expresó.
Por su parte, el Doctor Arriaga manifestó que la normalidad nueva también implica aceptar una nueva situación como normal. Esto puede suponer que la configuración social emergente es la única posible, con la consecuente naturalización de las asimetrías sociales que, lejos de ser resueltas, se han agudizado.
El Rector del ITESO puntualizó que las comunidades de aprendizaje deben superar la vinculación del poder con la ciencia. Al mismo tiempo, tiene que haber apertura a nuevas formas de aprender, saber y relacionarse con el entorno y la naturaleza.
Dijo que el abordaje de la incertidumbre tendría que darse de manera situada y como una desilusión ante todo lo que nos hace temer. Para las instituciones educativas confiadas a la Compañía de Jesús son ineludibles el análisis constante, la denuncia de lo que no conduce a resultados positivos y optar por la vida colectiva que permita trascender las decisiones individuales.
Educación jesuita contracultural, política y resiliente
El Rector de la IBERO Puebla abogó por la importancia de defender un modelo educativo contracultural, una característica de la educación jesuita desde sus orígenes, que haga contrapeso a la hegemonía de mercado, lo cual supone reconocer la crisis de las categorías del pensamiento que configuraron la realidad en decadencia. Al mismo tiempo, dijo, se deberán reivindicar las agendas de investigación, especialmente en tiempos de escamoteo de recursos para la ciencia y la tecnología.
Reconoció también la necesidad de re politizar la Universidad, asumiendo la capacidad de incidir en la realidad a través de la formación de hombres y mujeres conscientes: “En tiempos de alta polarización, toca que nuestras universidades sean espacios de generación de criticidad constructiva
Lo anterior, señaló, emana de los retos identificados y acatados por la IBERO Puebla, en el sentido de que las instituciones educativas enfrentan la amenaza de la irrelevancia ante un posible “apagón pedagógico global”. De ahí que la apuesta de la Compañía de Jesús ha sido asumirse como espacio en el que los estudiantes construyen y generan propuestas reales.
Además, la educación jesuita debe formar para saber navegar en la incertidumbre, esto según Alexander Zatyrka, para quien la educación a nivel universitario es útil para aprender a tomar distancia de la visión fragmentaria de la vida: “toda nuestra formación está vinculada a aprender a manejar la conciencia analítica. Para movernos a otros niveles, tenemos que aprender a descubrir que somos más que nuestros pensamientos”.
En este sentido, dijo que el proceso educativo debe ser un acompañamiento de la maduración de la libertad. Por eso, las instituciones educativas deben pensarse como el espacio en donde se da el paso de la individuación a la personificación.
Dicho proceso de crecimiento personal convoca a las escuelas de educación superior a repensarse para gestionar las transiciones sociales y construir sociedades más justas y resilientes.
Volver a lo presencial para cimentar la interdependencia humana
El Rector del ITESO refirió que cuando se establecieron las primeras medidas de confinamiento, se trastocó el vínculo de cercanía en los procesos de aprendizaje. Si bien ha habido esfuerzos para disminuir esta lejanía, la presencia de la tecnología puede derivar en una nueva racionalidad tecnocrática. Por ello, llamó a mantener una distancia entre los medios y los fines: “La práctica educativa no puede estar condicionada por el acceso a bienes del mercado”.
El Doctor Arriaga expresó que ante la potencialización de las relaciones digitales, es fundamental proclamar la importancia de los encuentros personales, y sería deseable volver al encuentro físico con una sensibilidad nueva sobre la base de los proyectos de vida comunes. Las universidades jesuitas, aseguró, cuentan con horizontes de sentido que pueden ayudar a este reencuentro.
En este misma dirección, el Maestro Mario Patrón, señaló que el modelo pedagógico debe poner a las personas en el centro, por lo que la innovación tecnológica debe ser instrumentalizada y subordinada a la centralidad de las emociones, especialmente del alumnado. Al mismo tiempo esta concepción de las personas ha de contribuir a la elaboración de una agenda común que encamine la sinergia con los poderes públicos.
El Rector de la IBERO Puebla reivindicó la construcción del concepto de interdependencia humana y el abordaje de la tecnología con cautela para evitar la alienación: “Estamos viviendo tiempos donde será relevante, el acompañamiento psicopedagógico, la formación espiritual y la dimensión humana”.