- En los años 80 y 90 el grupo de edad con tasas más altas de suicidio eran las personas de 60 años y más; desde el año 2000 a la fecha las personas de entre 15 y 35 años son quienes tienen las cifras más altas.
- La Organización Mundial de la Salud considera que el suicidio es la segunda causa de muerte en el mundo, pero puede prevenirse en la mayoría de los casos si se interviene a tiempo con estrategias multisectoriales e integrales.
Sobre el suicidio sigue habiendo muchos mitos, suposiciones y prejuicios; se dice, por ejemplo, que se trata un asunto individual, que le pasa a personas “débiles” o con mala salud mental.
Con el objetivo de entender a profundidad lo que pasa con el suicidio en México para generar propuestas de solución, las universidades del SUJ trabajan constantemente desde un enfoque inter y transdisciplinar.
Con motivo del Día Internacional para la Prevención del Suicidio, en nuestras universidades se llevaron a cabo distintas actividades para informar, analizar y prevenir este fenómeno.
En la universidad jesuita de Guadalajara, los académicos Ana Georgina López Zepeda y Luis Miguel Sánchez Loyo coincidieron en que un primer y fundamental paso es dejar de ver este problema como un asunto individual, acabar con los estigmas relacionados con la enfermedad y el tratamiento, así como atender la falta de recursos sociales y públicos para su prevención, identificación y atención: “La decisión de atentar contra la propia vida tiene raíces en la salud mental, en la dinámica social, en la estructura y el desarrollo económico y social de la población. Un primer paso es reconocer que el problema existe en nuestro entorno y no se trata de hechos aislados”, señalaron.
En cuanto a los impactos del suicidio, estos son diversos y amplios. Al respecto, los académicos en el SUJ señalaron que “Cada caso afecta de de manera directa a entre cinco y 20 personas cercanas a quien muere. De manera indirecta, hasta a 100 personas. El impacto es mayor en los afectados directamente. La persona que muere por suicidio deja de aportar a la sociedad, en promedio, 40 años en lo económico y otros 15 más en lo social. Tenemos más de 55 años de vida perdidos por cada suicidio, en promedio”.
Sin duda, apostar a la prevención es una de las mejores estrategias, enfatizaron Ana Georgina López y Luis Miguel Sánchez: “Garantizar la prevención implica la coordinación oportuna y efectiva del sistema sistema de salud, el educativo, el familiar y el social. Por otro lado, las estrategias formativas deben orientarse a capacitar en primeros auxilios psicológicos al personal de las instituciones y a saber derivar los casos a profesionistas especializados en suicidio en cualquiera de sus fases: ideación, intentos, o actos consumados —en estos últimos se interviene con la familia y comunidad en los procesos de duelo. Es fundamental instrumentar programas de prevención en las instituciones con las que tienen contacto las y los jóvenes —clubes sociales o deportivos, la escuela y la familia—; hay que utilizar los medios de comunicación y la tecnología para identificar factores de riesgo”.
Respecto de los factores de riesgo, los especialistas indicaron que en México la falta de oportunidades académicas y laborales, el fracaso académico, el bajo nivel escolar de los padres, la pobreza, la violencia intrafamiliar, el aislamiento social, las escasas relaciones interpersonales, el uso de drogas, el embarazo, la depresión, las adicciones y la violencia intrafamiliar son los de mayor relevancia. A escala mundial están el bullying escolar, el acoso y las redes sociales.
Con la finalidad de avanzar en la prevención del suicidio en nuestra comunidad universitaria, las universidades del SUJ han desarrollado distintas estrategias específicamente diseñadas para atender la salud mental y dar seguimiento a nuestra comunidad para evitar casos de suicidio.
En la universidad jesuita de Guadalajara existe el C-Juven, cuya función es acompañar la dimensión psicoafectiva-relacional de la comunidad universitaria para acrecentar las capacidades y estilos de afrontamiento, así como para desarrollar conocimiento que incida en el cuidado y el bienestar de las personas.
El C-Juven cuenta con un protocolo de intervención en crisis que aplica junto con la Coordinación de Servicios Médicos para que las personas reciban la mejor atención y, en caso de necesitarse, se las pueda canalizar a las instituciones pertinentes.
De igual forma, las universidades jesuitas de Puebla y Ciudad de México, en colaboración con la Asociación Mexicana de Suicidología, llevaron a cabo las Primeras Jornadas sobre Prevención del Suicidio de las que surgieron las Brigadas de apoyo emocional, integradas por especialistas en salud mental y por integrantes de la comunidad universitaria capacitados para implementar estrategias de primeros auxilios psicológicos y saber reaccionar ante una emergencia.
Fernando de la Fuente, académico del SUJ en Ciudad de México, señaló que las Brigadas de apoyo emocional se integran por las personas aliadas y los guardianes de la salud mental, figuras creadas para que la comunidad universitaria pueda participar activamente en la prevención del suicidio.
Para el SUJ no es posible cerrar los ojos ante la realidad que implica el suicidio entre las y los jóvenes, ni tampoco lo es escatimar esfuerzos para enfrentar los riesgos existentes en clave de prevención.
Ante esta problemática, nuestro compromiso es informar y sensibilizar a toda la comunidad universitaria, generar mecanismos prácticos y efectivos de prevención y atención de posibles casos de suicidio en cualquiera de sus fases, así como generar sinergias con otros actores para articular esfuerzos que permitan abatir este problema en la sociedad.