- “Una universidad si no transforma realidades, carece de sentido. Queremos hombres y mujeres pertinentes a la realidad que nos toca vivir y que abonen a un futuro que permita resultados para la transformación de vidas más dignas para todas y todos”, Francisco Javier Escobedo Conde, SJ.
Andrés Gallegos, periodista en el Diario NTR, recupera las reflexiones y opiniones de diversos académicos en cuanto a las características y las apuestas del Sistema Universitario Jesuita respecto de formar “a las y los mejores para el mundo”.
Gallegos considera que la apuesta educativa y de formación del SUJ se funda en el quehacer científico para alcanzar la transformación, quehacer orientado a descubrir las raíces de los problemas, de las inequidades y de las injusticias con el objetivo de proponer alternativas de cambio desde cualquiera de las licenciaturas, ingenierías o posgrados de las universidades del SUJ.
Para tejer una noción más integral sobre el modelo educativo ignaciano, el periodista de NTR recoge la opinión de Francisco Javier Escobedo Conde, profesor de Psicología en el SUJ, quien señala que nuestra propuesta formativa y educativa: “Experimenta la realidad para lograr reflexiones de calidad, lo que posibilita la resolución activa de situaciones que requieren de abordarse y cambiarse. Un profesionista al estilo ignaciano aprecia la compasión y la conciliación como valores que le permiten ejercer un liderazgo horizontal, sin afán de protagonismos individuales. La educación jesuita los habilita para ser hombres y mujeres discirnientes, es decir, la universidad es un lugar de discernimiento”.
De igual forma, Gallegos, retoma las reflexiones de Pedro Reyes, académico de Filosofía en el SUJ, quien enfatiza que el modelo educativo ignaciano contribuye a que las y los estudiantes entren en un proceso de reflexión profundo sobre su elección profesional, lo que les permite resignificar que lo más importante no es atender las expectativas familiares, lograr un trabajo bien remunerado sino encontrar un sentido que movilice sus vidas al mirar el ejercicio de su profesión como una oportunidad para servir a los demás: “Cada uno va descubriendo qué es lo que entregará y el momento en que lo ofrecerá como beneficio para otras personas, especialmente para quien tiene más necesidades o sufren injusticias”.
Pedro Reyes, enfatiza que en las carreras del SUJ se establecen estrategias para que las y los estudiantes se integren y participen en acciones prácticas orientadas a solucionar necesidades y problemas reales: “Estar en una universidad jesuita significa tomar partido, adoptar una posición en la sociedad que te permita sostener un diálogo crítico con las instancias políticas, económicas, que dirigen a la sociedad, y discutir asuntos tan importantes como el cuidado del agua, la seguridad pública, el diseño urbano, etcétera”.
Frente a la realidad, las y los profesionistas ignacianos se ven constantemente llamados a superar 4 retos, indica Reyes:
- La desigualdad. El profesional ignaciano debe dejar de lado ideas nocivas y sin fundamento sobre la pobreza y la riqueza: “No debe darse por sentado que la desigualdad es fruto de las ganas o del esfuerzo que la gente le ponga, sino que hay una estructura social que realmente ha producido mundos injustos que tienen raíces históricas, económicas, políticas y sociales”. Un profesionista ignaciano asume que la lucha contra la desigualdad requiere primero aprender a ver la injusticia en ciertos ámbitos de la vida para actuar en esa realidad, no como un salvador, sino entrando en diálogo y construyendo comunidad, a fin de que se modifiquen las reglas de ese mundo. Se trata de que todos ganemos en equidad y justicia”.
- La diversidad cultural. El profesional ignaciano reconoce pueblos, culturas indígenas y grupos sociales que han formado su identidad mediante pensamientos y procederes distintos a los considerados “normales” por el sistema predominante. También se abre a las diversas identidades por filiación étnica o de género.
- Uso de recursos naturales y cuidado de la tierra. La formación ignaciana hace hincapié en el cuidado de la naturaleza y en que existen graves problemas de contaminación, así como en que tenemos un planeta para cuidarlo. En ciertos países se pueden gastar la luz o los bosques como si nunca se acabaran, lo que entra en conflicto con otras sociedades y pueblos que viven al día o muy restringidos.
- Reconocimiento de nuestra complicidad egoísta, que tiene que ver con que las y los estudiantes o el egresados ignacianos sean autocríticos y puedan identificar su manera de relacionarse con el mundo.
Finalmente, para condensar su enfoque, Andrés Gallegos retoma la experiencia de Aldo Pérez Vega, Egresado de la licenciatura de Derecho, quien contundente afirma: “los profesionales ignacianos alientan proyectos cuyo foco de atención es ayudar a las víctimas y los desposeídos del sistema económico y social en que vivimos”.
En tiempos como los que vivimos, el SUJ se obliga a insistir que como universidades nuestra vocación nos mueve a contribuir al cambio de la realidad, nuestro éxito y la importancia de nuestra oferta se mide por la calidad de respuestas que somos capaces de ofrecer al entorno. En el SUJ no tenemos duda, nuestras universidades están al servicio de la transformación social en beneficio de los excluidos y los más vulnerables.